24 enero, 2009

Toda música cesa

Subió al altillo en busca de no sé qué, ella tampoco lo sabía. Allí estaba congelado en un rincón ese baúl añejo, como esperando una mano que acaricie los recuerdos y despierte con un beso el olvido. Ella pareció comprenderlo y lo abrió, acariciando los recuerdos. Y allí estaba él, escondido, como siempre lo había estado, oculto entre las cerrazones de un amor clandestino. Allí se encontraba ella, besando al fin el olvido.
Un escalofrío recorrió su cuerpo íntegra y lentamente. Una música comenzó a sonar, a invadir la atmósfera. Aquellos acordes que habían quedado estacionados en el tiempo estaban ahora de regreso. Y allí estaban ellos, de regreso, envueltos en una melodía en espiral, siendo atrapados, ahora devorados, por un ritmo in crescendo, enardecido y despiadado; aturdidos ahora por los sones de una pasión incomprendida. Y bailaban en una danza prohibida, enredados, sin detenerse, girando alrededor de sí mismos, en una huída constante de ese resto del mundo enardecido y despiadado. Pasión incomprendida, enardecida y despiadada.

Ella cerró los ojos dejándose llevar por un no sé qué, tampoco ella lo sabía. En un instante la música se disolvió en el aire y ella abrió sus ojos. El único ritmo perceptible era ahora el de su respiración agitada y de sus latidos acelerados. Sólo sonaron en su mente unas palabras: Toda música cesa. Hasta en el recuerdo, toda música cesa.

©2009 FABIANA FV
•Foto: Martí Ballada- www.martiballada.com